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39 Es la que goza así, ardiendo En amor toda abrasada! Mas ¡ay! que llega un momento De amargura sobrehumana En que el Amado la deja, En que Jesús se le aparta; Y para más encenderla En el fuego que la abrasa, Se ausenta, !loh dolor! se ausenta, Y la deja en tristes ansias. Al sentir el desamparo, Temerosa y resignada, Llorosa y enternecida Así al Amado le habla: «Señor; ¿y vas á esconderte De estos ojos que te aman? Me vas á dejar sumida En penas las más amargas? Dulcísimo Jesús mío! Reposo y bien de mi alma, Amor mio y vida mía, Note vayas, no te vayas! Qué ha de hacer sola y sin ti Ea esposa que te idolatra? Dónde volverá sus ojos (Jue encuentre descanso y calma? Quien haya sentido el fuego De tu divina mirada. ¿Qué verá ya que le agrade En este valle de lágrimas? Y te vas, y me abandonas?

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