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Que á impulsos de sus latidos Quedé como desmayada. ¡Qué momento aquel, Bien mío! ¡Que dicha aquella tan rara, Cuando lloraba de gOZO, Sin saber por qué lloraba! Hasta que al fin, ya sin fuerzas Para gozar dicha tanta, En dulcísimo deliquio Quedéme en ti trasportada! Y entonces, balbuceando Palabras entrecortadas, Suspirando ardientemente, Te dije que te adoraba. Te dije: lo dejo todo! Dueño mi amor te declara De una vida que no es mia, Porque á ti está consagrada. Y al decirlo, mis pupilas En lágrimas se arrasaban; Y con amor más intenso Torné á jurarme tu esclava. ¡Qué momento aquel, Dios mío! Qué dicha aquella tan rara, Cuando lloraba de gozo, Sin saber por qué lloraba! ¿Y cuándo, mi dulce Esposo, Cuándo merecí, cuitada, (Que tanto favor me hicieras, Que tanto me regalaras? ¿Cuándo merecí, Bien mío,

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