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A 197 entre la arena fina, ' de mi Amado la cara peregrina. Oh Amado! Amado mío! tú, mi Dueño, mi Esposo idolatrado; en tu cariño tío, toda á tí heme entregado; sana también mi pecho vulnerado. Esto Laura y Cecilia se dijeron con melodioso canto vertiendo de sus ojos dulce llanto; llanto dulce, que al alma da un consuelo sin par ni semejanza aquí en el suelo. Yo que fuí por mi dicha y mi ventura testigo de su célica ternura y amores inefables, bendije los designios admirables del Señor, cuya mano poderosa con bondad prodigiosa almas cría en el suelo, que le aman cual los Angeles del cielo,

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