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190 cuando entra allí un inválido, exclama luego que llega: lo que la Patria me niega, la Religión me lo dá. —Gracias, gracias, Hermanitas, gracias, y os lo premie el Cielo, que me habeis dado el consuelo que perdió mi corazón: aunque cojo y con muleta... tal vez serviré de algo; y si para nada valgo, tened de mí compasión. El desgraciado marino deja su choza sombría; al llegar el medio día ya en el asilo comió: y así que se vió seguro en aquel Asilo Santo su triste y antiguo canto por este nuevo trocó. «La ingratitud de mi Patria, liberalesca y demente, la compensa solamente, Dios mío, tu religión. En Sor Ana tengo Madre, en Sor Inés tengo hermana... Ay! Sor Inés y Sor Ana ángeles del Cielo son. En Cuba vertí mi sangre, á España volví tullido,

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