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187 rezando sus devociones, mientras la aurora festiva, dejando atrás el oriente por el espacio subía, y los pájaros cantores le daban la bienvenida. Suspenden las dos el rezo y se quedan detenidas, al oir una voz triste y cascada, que salía de una mísera barraca, de una choza envejecida, donde cantaba un soldado recuerdos de antiguos dias. Al paso que se acercaban, claramente percibían el cántico de un soldado la patética elegía de un marino veterano el que á su pierna tullida, cantándole tristemente, de este modo le decía; »Oh tullida pierna míal tu me traes á la memoria la negra y horrible historia que no quiero recordar. Allá en Cuba ardió mi barco bajo una lluvia de fuego, y yo con él me hundí luego en lo profundo del mar.
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