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185 eresme tu tan cara, que por Corte ninguna te cambiara... Esto el uno decía, y esto el otro también le contestaba, y yo que los oía, tristemente lloraba, por la pena que el pecho me amargaba. Y triste y angustiado proseguí mi paso lentamente por el monte empinado, proponiendo en mi mente abandonar el mundo prontamente; Y buscar un retiro un lugar solitario y apartado do exhalar un suspiro, cantando consolado estos versos del monje afortunado. Soledad apacible! valle sagrado! bosque deleitoso! céfiro bonancible! vosotros dais reposo al que sale del mundo borrascoso. Oh montaña envidiable! selva! bosque! collados! fuente pura! convento deleitable! vosotros dais dulzura al pecho que rebosa de amargura.
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