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E > , 181 Al pie de la colina á descansar me siento fatigado bajo robusta encina, y observo con cuidado dos monjes de la cerca al otro lado. Escuchando me quedo por oir de qué cosa platicaban Fr. Julio y Fr. Alfredo; y oí que ambos hablaban y á su vez uno y Otro contestaban. Julio Al Señor bendigamos, caro Alfredo: cantemos sus loores, que en la tierra gozamos sus divinos favores, sin pena ni cuidados roedores. La solitaria vida es la vida feliz del Patriarca; oh soledad querida! oh vistosa comarca! con envidia te mira hasta el monarca. ¿Qué vale un gran palacio, la púrpura, los cetros, la riqueza, ni el oro ni el topacio, mirandola belleza, que ostenta en soledad Naturaleza? ¿Que valen las ciudades, sus músicas, sus fiestas, sus salones, sus muchas vanidades,

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