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168 Cuando Dios al alma hiere con tal sed de amor la deja, que gime, llora y, se queja, porque de amores no muere; y lo único que quiere es amar y más amar, mas cuando siente el quemar de aqueste divino fuego solo un ay! le da sosiego: Ay! dejadme suspirar! El fiero dolor se amansa y la pena se mitiga y se alivia la fatiga, y el pecho triste descansa, cuando el alma al aire lanza en medio de su penar un suspiro singular un ay! que sube hasta el cielo: este ay! es mi consuelo Ay! dejadme suspirar! Para aliviar el dolor y el dulcísimo penar que causa el divino amor, un suspiro es lo mejor; Ay! dejadime suspirar!

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