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Para aliviar el ardor y el dulcísimo penar que causa el divino amor un suspiro es lo mejor: Ay! dejadme suspirar! Yo deseaba tu amor, mi amado Jesús, y ahora de esa llama abrasadora sufrir no puedo el ardor; pero es tan dulce el dolor de ese fuego singular que quien lo llega á gustar quisiera estarse abrasado: por eso estoy suspirando, Ay! dejadme suspirar!

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