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— 90 — Armas á su Dios rendia la milicia... y entre tanto acudió á la mente mia la victoria de Lepanto con los triunfos de Pavía. Y evocado por mi mente el recuerdo de la historia, se presentó á mi memoria la España del¿Rey Prudente, con su incomparable gloria, ¡Oh Dios! entonces clamé; si la antigua España un dia señora del múndo fué, todo lo debió á su fé, . á la fé que en tí tenía. etc. Las composiciones á que damos el nombre de églo- gas Ó idilios místicos forman un genero de poesia que parece el distintivo de nuestro autor, pues en él sobre- sale de un modo tan magistral, que es lástima no de* dique sus ratos de ocio, silos tiene, á esgribir en este sentido. Qué diálogo tan precioso pone en boca de sor Clara y sor Teresa en sus Ansias de ver dá Dios, Oid lo que dice Clara. Ave que canta serena Y es del cazador'herida, Si allí termina su vida, Tambien se acaba su peña; Mas yo, triste filomena, Canto y lloro sin consuelo, Por verme pronto en el cielo... y mirad lo que contesta Teresa: Ay Dios! la vida cruel, Al pgrecer deleitable, Se me hace intolerable
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