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104 de esta celestial Señora. Que no es númen terrenal, no es el humano talento, no es el poeta mortal quien cantar puede el portento de Reina tan celestial. Tan solo el querub brillante que admira su gentileza podrá cantar su belleza; y si no, ya no hay quien cante dignamente su grandeza. Por eso tu auxilio pido, pues, aunque quiero alabarla, y dulce trova cantarla, siento el ánimo abatido y no me atrevo á entonarla. Más, acaso, ¿acaso el ave “también no canta en el huerto, aunque al jilguero no sabe imitar en su concierto vago, harmónico y silave? Entonces, ¿porqué razón no me tengo de atrever a tributar mi cación á esta divina mujer, imán de mi corazón? Lejos de mi los temores! venga, venga el plectro santo! que, humilde mi voz levanto, y á la flor de mis amores, con entusiasmo le canto. Ñ Ms A e A E ha A dao de

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