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820 Jl:SlJS-1 LJ('/\S RODRl(:UF/ <,1\1« IA y en él aprobaba la fundación del Seminario de Misioneros de Toro; el breve se llamó:"Creditam Nobis". E l P. Juan de Zamora, años más tarde, logró establecer en El Pardo la perfecta vida en la regular observancia de la Regla y Constituciones ca– puchinas. En abril de 1786 los superiores enviaron una carta circular a toda la Pro– vincia para que se inscribieran los religiosos que desearan vivir en el Cole– gio o Seminario de Misioneros que iba a fundarse. E l Colegio de Misioneros de Toro tenía dos fines principales: - La perfecta observancia regular en e l convento. - La preparación específica para el sagrado ministerio de las misiones en- tre fieles. Para las formaciones de misioneros populares se daban lecciones de mo– ral, Sagrada Escritura, historia de la Iglesia, teología, dogmática y teología mística. Los jueves, durante la comida, se explicaba la doctrina cristiana se– gún era costumbre hacerlo durante las misiones. Para practicar lo aprendido, los misioneros veteranos escogían a com– pañeros de entre los nuevos y se lanzaban a la tarea desde el Adviento hasta la Cuaresma (o hasta después de la Pascua si se trataba de predicadores que el Provincial llamaba a Madrid para la predicación anual e n la Corte). Para ser destinados a este Colegio de Misioneros de Toro, los religiosos de bían hacer po r escrito la petición; el guardián de Toro, con e l consenti– miento de la mayor parte de los consejeros o discretos, los aceptaba o re– chazaba según creía conveniente. E l Colegio de Misioneros de Toro iba a tener ciertos privilegios en rela– ción al resto de los conventos, por eso no a todos le había parecido bien. Entre los muchos misioneros del Colegio de Toro podemos mencionar a los PP. Isidoro de Fermoselle (que organizó luego el Colegio de Misione– ros de La Habana), Inocencio de Matote (t 1778), Juan de Portillo (t 1807), Miguel de Santander (t 1831), Eugenio de Sieteiglesias (t 1773), José de la Mota (t 1807), Antonio de Hoz, Joaquín de Ajofrín, Basilio de Alba, Car– los de Tar ancón, etc. Las ordenaciones o estatutos del Colegio de Misioneros de Toro tenían 18 artículos. Insistían en el buen funcionamiento del culto divino, en la ob– servancia regular, en el estudio, en el silencio y en el retiro suficiente para que todo eso se aprovechase. Se hacía mucho hincapié en guardar la po– breza. Los frailes que formaban la comunidad de Toro estaban allí voluntaria– mente. Si alguno no quisiera estar allí por moti vos de salud u otra circuns– tancia, escribía al P. Provincial y éste, normalmente, le enviaba a o tro con– vento. Nadie podía ser cambiado de Toro por el Provincial a otro convt:nl o

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