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792 Jl,SUS I lJCAS RODRÍGUEZ GARCÍA El 13 y el 14 de diciembre de 1740, los superiores aprueban las escritu– ras relacionadas con la fundación de Rueda. No obstante, pasará un año hasta que se ponga la primera piedra del convento el 19 de octubre de 1741. El 18 de noviembre de 1740 fue designado presidente de la residencia u hospicio el P. Cayetano de Salamanca, al cesar en su cargo de guardián del convento de Valladolid. El 7 de mayo de 1751, ya se elige un guardián para el convento de Rueda: será el P. Fidel de Plasencia. La Marquesa de san Bias dio en 1743 quinientos doblones para que las obras se terminaran pronto, como así ocurriría. El convento de Rueda era sencillo, aunque los pasillos tenían unos 22 me– tros de largo. La medida de las celdas era de ocho pasos por cuatro. La huerta fue de las más pequeñas de la Provincia (146 pasos de largo por 70 de ancho). La tierra, en cambio, era de excelente calidad, y para su riego se disponía de una noria. En el patio del convento, edificado alrededor, en forma de cuadrado, exis– tía el típico aljibe, tan necesario en aquellos tiempos. Tras la exclaustración de 1836, se hicieron grandes transformaciones en iglesia y convento. Existen algunas fotografías del mismo, de 1925, después de que parte del edificio fue destinado a cuartel de la guardia civil y el resto a hospital. El apostolado de los religiosos de Rueda fue el de la predicación y el del confesionario. Atendían a los vecinos de la villa y a los del pueblo de La Seca. A La Seca iban a confesar todos los primeros domingos de mes y en las fes– tividades de primera clase; así conti nuaron hasta la Guerra de la Indepen– dencia. La V.O.T. fra nciscana fue floreciente, lo mismo que en otros conventos capuchinos castellanos. En 1809, había en Rueda 12 frailes. La Guerra de la Independencia afectó mucho a Rueda. Desde el principio, dos frailes de este convento fue– ron de cape llanes a los ejércitos del general Cuesta.Mientras algún vecino acusaba a los religiosos capuchinos de Rueda de " revolucionarios" y que predicaban en contra del juramento de fidelidad al Rey Intruso, otros ase– guraban que predicaban solamente la palabra evangélica, predicaban al pueblo y habían intercedido por varios paisanos ante los gene rales fran– ceses. Es cierto que no pocos capuchinos se enfrentaron a los invasores galos; podemos recordar estos nombres, aunque hubo más: P. Fidel de Piñera, P. Gaspar de San Torcuato, P. Lorenzo de Villafranca, P. Juan de Délica (en el siglo Juan Bautista Mendieta). E l 22 de mayo de 1815, los superiores atendieron la petición de los ve– cinos de Rueda para que les concediesen un religioso que pudie ra instruir "a los jóvcncs en la latinidad".

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