BCCSAL000HEM-EF-101100000000000

778 Jl·.SUS 1.UCAS ROORl( a JEZ. GARCÍA vuestro Dios verdadero?". Voces de Dios que a la dureza de las entrañas ha– cen estremecer. A los corazones de estos miserables no hicieron mella, e irri– tados por el prodigio, trazaron nuevos modos de venganza y echando una soga al cuello y otras veces a los pies y tirando todos los reunidos de ella, le arrastraban por toda la casa con mucha algazara y gritería;a este género de injurias, llamaban ellos, por mofa, procesión. Otras veces colgaban boca abajo la Sagrada Imagen de la chimenea y le daban humo para afearla y denegrirla; otras le pasaban por el fuego para quemarla. Así iba subiendo de punto en las crueldades de los pé rfidos sayones, se– gún los decretos de la divina permisión, pero cuanto ellos se adelantaban más en las crueldades, tanto más se empeñaba el pacientísimo Jesús en mostrarles sus deseos de reducirlos a Sí, obrando tales maravillas en su presencia que, a no ser de bronce sus corazones, se hubieran convertido; pero como el Se– ñor no quita a nadie la libertad, aunque deseaba su conve rsión, por más mi– lagros que vieron no se ablandaron sus ánimos,más duros que la piedra. Tres veces les habló el Señor con palabras amorosas. Al hablarles la primera vez, causóles gran admiración y espanto, pero no por eso cesó su furor, antes pe rsiguie ron con más rabia. En otra ocasión, habiendo puesto en el suelo a la Santa Imagen, boca arriba, le estaban diciendo mil injurias, afeando su divino rostro con in– mundas salivas, dándoles coces y puntapiés; entonces, les habló por segunda vez y dijo: "Oh hombres, decidme: ¿qué mal os he hecho Yo para que metra– téis así?" Pero ellos más obstinados, respondieron bárbaramente: "Porque eres un embustero". La te rcera vez les habló estándole azotando y les dijo: "Bueno está, basta: ¿"qué os he hecho Yo para que así me azotéis?" Al oír estas palabras, uno de ellos, mirando a la sagrada Imagen con ojos encolerizados, y como pe rro rabioso, dijo: "¿Que los siente? Pues a Él hasta que caiga", y prosi– guieron con más furor y rabia, de suerte que esta disciplina fue sobre todo encarecimiento, la más crue l de todas. Desde entonces no le respond ió más palabras la sagrada Imagen, pero no dejó de habla rles con muchas lenguas de sangre, para mayor confusión suya. Conti.nuando en otra ocasión los azotes, fue tanta la sangre que derramó la Sagrada Imagen, que no sólo salpicó sus rostros y vestidos, sino que co– rrió en gran cantidad por los suelos, quedando también teñidas las paredes. Aquí fue su confusión. Temiendo que aquella sangre clamara contra ellos, y que habían de ser descubiertos, discurrían cómo ocultar aquella Sa– grada Imagen, y después de varios arbitrios, les sugirió su malicia el que– marla. Pusiéronla sobre las brasa, y atizando el fuego, unos con su soplo, otros con fuelles y otros con aventadores, no podían conseguir su intento, pu 'S le

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz