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872 Jl'SÚS LUC/\S ROORÍClll ~ CiAIH 11\ en España. Varios hermanos trabajaron de capellanes en países como Suiza. Alguno, incluso, llegó en esta tarea apostólica hasta Australia. Parroquia de San Fidel de Sigmaringa Aparte de los trabajos misione ros en Venezuela y en Cuba, y de algunas experiencias de minifraternidades en Madrid y en Salamanca, hubo viven– cias apostólicas que tuvieron su base en conventos como el de Jesús Medi– naceli y aterrizaron entre la gente más pobre de la ciudad, que tras la emi– gración proveniente del campo se tuvo que quedar en los barrios periféricos viviendo en chabolas incluso en grutas, sin ningún tipo de comodidad y con escasos medios educativos. E l P. Ángel García Estrada, en colaboración con las hermanas francis– canas misioneras de María, ha estado trabajando muchos años en una de es– tas barriadas poco favorecidas de la perife ria madrileña. El barrio que ocupó la parroquia estuvo compuesto por 315 familias que sumaban 1.575 habitantes. En su mayoría eran gente que venían de las la– bores del monte extremeño (cuidadores de cerdos, cabras, etc.). Eran gente poco cristianizada. Muchos decían que nunca habían hablado con un cura. Te nían un alto porcen taje de analfabetismo. De datos de 1984, se concluye que el barrio no despegaba humana– mente porque la gente con más aptitudes se iban marchando a otros pisos en la ciudad. En ese grupo humano hubo mucho paro, hasta el 75 %, su eco– nomía se sostuvo en muchos casos por el trabajo de las muje res que salían a hacer horas en la limpieza de las casas acomodadas. El barrio ha tenido un carácte r " nómada" pues ha ido cambiando de ha– bitantes casi cada tres años. Cuando han podido las familias, se han marchado a barrios mejores de Madrid. En realidad, éste es uno de los barrios llamados a desaparecer. Han edi– ficado en "zona rústica forestal no edificable".Todo el barrió se inscribió en el plan de remodelación de barrios. Apostolado en otros suburbios madrileiios Hubo vivencias franciscanas que no tuvieron que ver con e l grupo, como hemos señalado, sino con el carisma de alguna persona en concreto. E n no– viembre de 1951, el P. Laureano de las Muñecas hizo acto de presencia en los suburbios mad rileños. En julio del mismo año es destinado al convento de Jesús de Medinaceli y desde aquellas fechas vivió con la idea de consagrarse al apostolado de la gente pobre de la perife ria de la capital.

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