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(11) Dios, ni ensordezcamos en insensibilidad 4 los duros azotes y justísimos castigos con que el cielo irritado nos insta y compele, no demos lugar á que el P.S. Gregorio nos arguya de tan obsti- nados, que ni los preceptos nos reducen, ni los golpes nos corrigen : nec preceptibus Hlectimur, nec verberibus emendamur. Oigamos sí en do- cilidad la instruccion de la benignidad y gracia presente, que nos visita en voz del Apóstol, pa- ra renovar nuestra abnegacion secular con las de- testables impiedades y concupiscencias del inmo- ral é incrédulo siglo, y para entablar una con= ducta sóbria, justa, piadosa, Capuchina, es de- cir crucificada al mundo, y éste para nosotros, Ea, carísimos, llegó el precioso momento y la necesidad de decir cada uno de nosotros con S. Ignacio Martir: Nunc incipio Christi esse discipulus: ahora empezamos á ser discípulos de Jesucristo é hijos del Abraham $. Francisco, quando aborreciéndonos el mundo (del que ya no somos) nos persigue: consolaos con la fiel ex- presion de nuestro Maestro, que dice: No extra= ñeis la contrariedad de los mundanos ;, antes que ú vosolros me persiguieron d mi hasta el sarcasmo, hasta la crucifixion. Oid tambien, y os diré, carísimos ; que si en la prolongada separacion del claustro , Con el roze inseparable de las gentes del siglo, y con la aparente hermosura del arbol halagiieño de la soberbia, de la avaricia, de la coneupiscencia se emípolvorizó el miserable corazon de alguno, que en frase del P. S. Leon no está exénlo, ne-

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