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(7) finalmente y no pudo hacerse sorda la clemencia de Dios al grito del sacerdote y del lego, del soltero y del casado, de la virgen y de la viuda, del político y del religioso, de la Iglesia y del estado del Israél español , que piden venganza de tanta sangre santa derramada, de tanta pro- fanacion sacríilega, y de tantos inocentes perse= guidos, encarcelados, calumniados, y hechos el blanco de la burla, del improperio de las ser- pentinas lenguas y mordaces plumas de tanto pseudo español , y acalorados promotores de la impiedad, del materialismo, de la irreligion : lo diré , del detestable francesismo contra Dios y su Cristo. Si, carísimos, apareció, se manifestó novi- simamente á la faz de nuestra España, y para con nuestra amada Provincia Capuchina de las dos Castillas, la benéfica y clementisima provi= dencia del Señor, disipando y arrojando hasta los “altos mojones con que el cielo nos separó de la Francia, á esos insectos de Ásur, que huyen en derrota y eu vergonzosa fuga, haciendo evi= dente á:toda la tierra, que su arrogante sober= bia es mayor que su fortaleza d pericia militar, Pero era poco para la omnipotente benigni- dad de Dios el haber resucitado el invencible valor de España sostenido (por ocultos designios de la Providencia) de la indisoluble union con los heróicos aliados-capitaneados todos por el Fabio de nuestros dias, Scipion dela Gran Bretaña, y terror de su rival la Francia, el invencible y siem- pre vencedor Duque «de Ciudad Rodrigo, vel ANOE ok

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