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0) y filosofía segun los elementos de este mundo? ¿Quién finalmente puede prometerse restablecer la paz y concordia en los cláustros religiosos Casi desiertos; el cánto magestuoso y sério de las Di-= vinas alabanzas en los Coros abandonados; la predicacion fer- vorosa em los púlpitos profanados ; la fiel y oportuna administra= cion de los Santos Sacramentos en los altares y confesonarios vilipendiados; la oracion devota, el estudio contínuo, el amor á la mortificacion , la observancia de los votos y preceptos , el re- tiro del mundo , el temor á Dios, la obediencia y respeto á las autoridades, y un ódio eterno á el error, á la mentira, á la va- nidad , á la culpa y al pecado? Todas las cosas son ú Dios posi- bles: tiene en sus manos aún los corazones de los Reyes, y co- mo los inclina á donde quiere, así esperamos que enmedio de tantas dificultades inclinará el nuestro, para que cooperando á los designios de su voluntad santísima , se logre y consiga el fin que se ha propuesto su adorable providencia en constituirnos ministro , rector y gobernador de esta nuestra amada Madre Provincia. Sí, carísimos PP. y Hermanos, así lo esperamos de la ¡nfi- nita bondad y misericordia de Dios, que para bien de sus esco- gidos se suele valer de lo flaco, vil y despreciable del mundo, pa- ra confundir la arrogancia y presuncion de los soberbios de la tierra: y con tanto mayor fundamento lo esperamos, cuanto que , si bien es verdad que todas las corporaciones religiosas se han resentido del trastorno que en todo causó la impiedad triun» fante ; la nuestra ha padecido menos en lo formal, por beneficio especial del cielo. Por desgracia cooperaron algunos de nuestros Hermanos á los proyectos que en la asamblea de la disolucion concibieron los enemigos de Dios y de los hombres contra nuestra existencia religiosa; pero la mayor parte permaneció fir- me enla fé; y fiel á las obligaciones de su profesion, sufrió los golpes crueles de la persecucion mas espantosa , sin olvidar sus deberes, ni los que tenian para con Dios, y los demas hombres. Capitaneados y dirigidos por gefes, que no conocieron el miedo, se hicieron dignos de memoria en todas las iglesias, temibles á sus adversarios , y conservaron el honor de su propio instituto. Sin embargo, para que no nos envaneciesemos con tanta gloria, permitió el Señor que entre la multitud se resfriase algo la cari- dad , se disipase algo el fervor de las observancias regulares y se

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