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11 lo ménos servir de intérprete á los afectos de tu amor y lealtad? ¡ah! bien podré sin reparo decir que el ama= do de Dios y de la nacion, el deseado Fernando ha ve- nido en este dia para dar en esta su real capilla un testimonio público de hallarse animado de la misma piedad en que tanto sobresalieron aquellos piadosos reyes sus antecesores. Dia por cierto el mas memorable que podrá contar este real sitio entre quantos tuvo la honra de ser ennoblecido con la presencia de sus reyes. Jornada la mas gloriosa por la gloria que de ella va 4 resultar al rey de los reyes Jesucristo, Si pudiera aplicarse á alguna finan del di St noMá vador muerto en el sepulero lo que del mismo Salva= dor dexó anunciado Isaias, á ninguna con mas propie= ' dad se pudiera hacer esta aplicacion como á la que hoy es digno objeto de nuestros cultos. No me detendré en confundir con el dogma que tiene establecido la: Igle= sia á a llegando las blasfemiás “iconoclastas «se | ta s imágenes y los que las ofrecen sus votos. Por desgracia hubo reyes im- pios que emplearon todo su poder en deshonrar su culto y promover el error. Pero la Iglesia decidió, y re- yes piadosos sostuvieron con su poder sus decisiones: ¿4 quien sino al restaurador de nuestra antigua piedad, al piadosísimo Fernando tocaba volver por la gloria de este divino simulacro que pretendió obscurecer el isáu- ec có ar ra a e h 3 | ' a A NN

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