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DEL PROPOSITO DE LA ENMIENDA. —. - 69 mos un esfuerzo:extraordinario para abstenernos de los pecados que la anteceden, acompañan y subsiguen; así como nos abstrenemos y enmendamos de las demas. No es una misma cn todos los mortales; pero en to» dos es funestísima en extremo. Hay hombres que no cometerán un pecado de deshonestidad por quanto cl mundo tiene, pero esos mismos no sacarán de su bolsi. llo algun dinero, aunque vean perecer á su próximo necesitado. Ved ahí su pasion dominante, la avaricia, de la que jamas proponen seriamente la enmienda. Hay personas que miran el dinero sin el menor apego del corazon , y que le derraman entre las gentes con la má- yor franqueza; pero la incontinencia consigo mismos, ó-con otros, los arrastra y los domina. Millares de per- sonas no hurtarian un maravedí, aunque los despeda- zaran; y esas mismas robarán con la mayor frescura en sus conversaciones la reputacion de un caballero, de una señora de distincion , de un Religioso venera- ble, y de un Sacerdote justo. Centenares de hombres huyen cuidacosamente de las dignidades , miran con horror los grandes afanes del mundo, y viven: conten- tos en la obscuridad ; y esos mismos son gravosos al Estado, inútiles en la Iglesia, y unos individuos muer- tos en su nacion por la ociosidad , pereza, indolencia “y poltronería en que pasan sus años, sin enmendarse de este su vicio dominante, aun quando vean empo- brecerse su familia, deteriorarse su hacienda, arruinar- ¿Se su casa, y vivir todos abarrancados con deudas y con

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