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. DE LAS QUARENTA HORAS. 343 bas en numerosa muchedumbre , quando un. ciego, que á orilla del camino pedia limosna , oyendo el ru- mor de los que pasaban , preguntó : ¿qué era aquello? Interrogabat quid hoc esset. Dixéronle como era aquel. hombre prodigioso con tantas muestras de divino , lla- mado comunmente Jesus Nazareno. Entónces él, ilu- minado tanto exteriormente , como interiormente, le- yantó el grito , diciendo : Jesus , hijo de David , ren pe misericordia de mi. Hubo de ser tanta su confiada im- hs ame que algunos de los que seguían á la Mages- ) » le dixéron que callas : Increpabant eum daa 1 ut taceret. Pero el ciego, que 4 la cuenta en poco tiem-- po de oracion habia estudiado bien el genio de la divina bondad , quanto mas le instaban que callase, tan- to mas levantaba la voz , y reduplicaba sus clamores: - Ipse veró multó magis clamavat: Fili David misere- re mei. ¡O felicísima importunidad! ¡O dichosísima confianza , animada de una vivísima fe! Entónces el Salvador , 4 quien no se escondía lo que pasaba , hizo - sosegar las turbas , detuvo á sus discipulos, se paró, y mandando que traxesen á su presencia el ciego, le di- xó : Quid tibi vis faciam? Hombre , aquí mc tienes parado 4 la poderosa fuerza de tus clamores : dime ¿qué quieres que haga contigo ? Domine , ut videam. Señor, respondió el ciego , yo quiero tener vista. Pues tenla, - dixo sa Magestad , porque tu fe es acreedora 4 este fa- vor. Diósela al punto el Señor con un portentoso mila- gro que asombró á sus discipulos , regocijó al ciclo , €
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