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304 DOMINGO III. convenciones de su padre, ni las tiernas lagrimas de aquel venerable anciano fuéron poderosas para detener el ardimiento con que el hijo Pródigo dió principio 4 su camino. Alegre sobre manera de haber puesto en “execucion su prometido proyecto de viajar por el mun. «do, caminaba con diligencia alejándose por instantes de su patria. Apénas se detenia lo muy. preciso en las pri. meras posadas para tomar el necesario sustento: tanta. era la ansia con que deseaba llegar 4 aquellas grandes, ricas y populosas ciudades que se habia figurado en su imaginacion. Efectivamente , amados mios , él llegó en poco tiempo á un reyno extraño, ó 4 una region muy apartada de su casa, como dice el Evangelio. Detávose en una ciudad amena y hermosísima segun se le presen= tó 4 su vista, y adornandose ricamente con los preciosos vestidos que llevaba, salió 4 pasear por el pueblo para ver lo mas precioso que en él hubiese. Como su crián- za habia sido buena,.su presencia era tan amable, y su porte tan brillante , se atraxo inmediatamente las atenciones de algunos caballeros jóvenes, que acer | _cándose a él, y sabiendo que no llevaba otro La que viajar, se le brindaron por amigos, y le llevaron 4. ver quanto habia en el pueblo digno de la atencion de un extrangero. Visitaron los palacios, las fabricas de to- do género de manufacturas, las fuentes y demas pre- ciosidades, y por último le conduxéron á-la presencia de sus ídolos, quiero decir, á la visita ó tertulia de va- rlas señoritas cón quienes. aquellos caballeros. jóvenes edo

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