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e e 7 p e e. 57 Y t . . 2 re SERMON VI. mon á te amotam deprecationem tuam , securus esto, quíia non est 4 te amota misericordia ejus. Pues valga la razon , señores: si todos queremos que no nos Salte ho misericordia , ¿cómo no nos valemos de la Oración, que €s la que nos la facilita? ¿Cómo no clamamos cp. - mo el buen Ladron: Domine , memento meli, Señor, ao daos de mí, si queremos ser oidos? Empeñada tienesu palabra de concedernos lo. que pidamos : Petite, eg accipietis. El mismo mos manda pedir , él mismo nos manda orar : orad sin intermision': es precepto del Sh. ñor 5; ¿cómo «pues y amados mios , no le camplimos, -. si queremos salvarnos? ¿Cómo omitimos una obliga» cion tan indispensable, si s ser del núme ; de. ps EE nt SEXTA SEÑAL. HUMILDAD. La sexta y áltióna señal de poddolHipAdoS ( ¿cial otras ménos principales ) es la humildad de corazon Tan evidente es esta señal , que cl gran Padre San Gre- - gorio la llama evidentisima ; Evidentissitmum reprobo rum:signum est superbia ; et contra humilitas electo rum. Al paso mismo que la soberbia :es señal evidentt sima de réprobos , es la humildad , dice el Santo , se: ñal de los predestinados. Esta: es aquella excelentísima virtad , que nos manda aprender de él la Magestad de Cristo Redentor nuestro: Discite 4 me, quia mitis sum,

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