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SOBRE EL DESAMPARO DE DIOS, ÁcC. 221 cerá, digo, que de hablar del genioyde oir con gusto los públicos defectos , y de no oponerse á los murmu- sadores, se ha hecho uno de ellos, y de los mas per- judiciales. Entenderá el ladron que retiene iniquamente Ja hacienda agena , que unos pocos quartos, ú otras me- - gudencias que hurtó en su niñez, le han traido al pre- cipicio en que se halla. Asi pues lo conocerán todos, y confesaran que unos principios de poca consideracion al parecer, les dispusiéron a la dureza de corazon , que es lo primero: veamos ahora como la repeticion de pe- ' car causa el endurecimiento, que €s lo. segundo, Una vez desarreglada el alma, y en habiendo dado lugar al pecado en si misma, pierde desde lu ego el hor- ror que ántes la detenia, y con una facilidad asombrosa se despeña de un abismo en otro. En los principios, dice cl Padre San Bernardo, el pecado era un peso in- soportable en la inteligencia del pecador; pero despues acostumbrandose, ya no parece tan grande: despues ya no es mas que una flaqueza, un entretenimiento, una fragilidad , una mocedad: luego ya no se siente, poco despues ya delcita; y así poco á poco, dice el Santo, - se llega a la dureza del corazon. ¿Digo algo, señores, que no sea verdad? Preguntad Í esa soltera, consumi- da ya en torpezas, que ala primera vez le parecian lo que eran , esto es, maldades horribles, ¿cómo ahora las comete tan sin vergiienza?Y os responderá ser cierto que al principio se la representaban con tanta fealdad, ue aún en el secreto de la confesion la llenaban de ru-

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