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SOBRE EL DESAMPARO DE DIOS, ÁC. 219 con la voz del Predicador penetra su corazon como con una saeta, y de aquí vienen las santas reflexiones que muchas veces hace sobre sí mismo el pecador, como no esté muy aficionado al pecado: otras veces esparce una saludable amargura sobre todos los gustos para apar- tarla de ellos: otras , para amedrentarla, la amenaza con las eternas llamas: de aquí nacen los remordimientos de conciencia que no la dexan sosegar: de aquí aquella tristeza , aquel desabrimiento, aquel escozor y peso in- terior que la atormenta en las visitas , en los entrete= pimientos y' concursos de mas gusto : de aquí aquella -turbacion € inquietud del alma, aquellos saltos y vio- lentas palpitaciones del corazon al mismo tiempo de co- meter la culpa. ¡Aa, Dios mio, y bien único de mi al- má, y con quán repetida y prolongada experiencia ha- bla de vuestras misericordias este miserable pecador! Sin embargo, el alma desprecia todas estas cosas, se - cansa de combatir, la disgustan las inspiraciones, la en- Jada ver que no da paso sin remordimiento y sin mu- cho pesar: quisiera no tener quien la impidicra sus in= -tentos, y abandonándolo todo se entrega al pecado: - Éste atrae facilmente otro,y ya no mete tanto ruido, - ni causa tanto miedo: se va tranquilizando el alma, y como familiarizando con el pecado: poco á poco se des- vanecenÓ encubren las ideas de Dios y las máximas de la religion: las reglas de buena crianza, de honor y modestia se borran, y la voluntad se desarregla, el en- tendimiento- se obscurece , los remordimientos se dis- EE 2

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