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- + Ae ls | DE LA OBLIGACION DE AMAR'A LOS ENEMIG. 175 tino, y escandalizando4 todos con sus deseos públi- cos de venganza, con sus mutuas murmuraciones y ca- lumnias, y sus. odios invéeterados y continuos, Este es un hecho. Pues advertid ahora: entra la santa Mision en semejantes pucblos, y al repetido golpe de la divi- na palabra, á la frecuente exposicion de la ley inma- culada del Señor no hay pecador que no tiemble, que no piense seriamente en el infeliz estado de su alma, y que no procure salir de su pecado por una conver- sion verdadera: ¿y los enemistados? en nada piensan ménos. Bien puede el Ministro del Evangelio alzar la voz para intimar sus :adorables preceptos: bien puede multiplicar razones, aglomerar autoridades, amenazar con castigos, y ofrecer premios: bien puede instruir, reprehender , tronar sobre: los enemistados , cerrándoles el cielo, y abriendo á los ojos de su consideracion los calabozos eternos ; preparados para los rebeldes 4 los mandamientos de Dios; pero si.se atraviesan los pun- tos de:una mal ¿entendida estimacion vulnerada, si se creen, perdidos: algunos intereses temporales,. ninguna fuerza harán sobre los- corazones enemistados las razo». nes, las autoridades ; los premios ni los castigos, la sua- vidad ni:la: dureza, el cielo ni, el: infierno , las criatu+ ras nicl Criador. Soy testigo, ocular de esta tristisima verdad en muchos pueblos en-que procurábamos mién= tras la santa Mision poner fin 4 los pleyros sobre injurias personales, por medio de una prúdente y amigable. com- posicion, y que los odios originados de otros principios

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