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1 64 ” SERMON: Il. | á perecer eternamente5 la. sentencia está dada: ó e: nitencia , Ó infierno. No nos desengamos un momento, no balanceemos. un instante , abracémonos de la same ta penitencia, no la interrampamos jamas hasta que logremos reconciliarnos con Dios , con quien estabamos enemistados por el pecado : Ttaque mon pendeo, decia. aquel gran hombre , et excrucior , ut Deum recono: liem mibi , quem delinquendo leesi. Si la naturaleza se resiente y si las pasiones contradicen, si las sugestiones de la serpiente antigua me fatigan , respondamos 4 t0= dos: yo he pecado , yo soy pecador , no tengo que pensar en otra cosa que en entregarme de todo corazon - 4 los saludables rigores de la penitencia, para ella he mu cido, por. ella vivo , y con ella he de morir. Peceaton sum, nulli rei nisi penitentie natus sum. ¿No veis como el pensamiento de la eternidad hace detestar los desórdenes pasados, llorar amargamente por los pod E dos cometidos , y entregarse del todo á la santa peni= tencia por ellos? Ved estos mismos seludables oleo ás endo preseñte. - Apareced aquí cristianos fervorosos de los primeros - siglos; presentaos 4.nuestra vista, y decidnos ¿quien os hacía suaves los: rigores .de la mas. austera. y- dilarada penitencia? El pensamiento de la eternidad. ¿Quién endulzaba vuestras sangrientas disciplinas ¿ VUEStLOS Silk cios horrorosos al táctoy aun 4 la vista, vuestras «o0tas de- malla, vuestros ayunos extraordinarios. y perpetuos) vuestras purificaciones penosas, vuestras humildes asis"
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