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DE-LA ETERNIDAD. 149 por el mar y por la tierra, expuestos á innumerables pe- ligros de la vida, de la conciencia y del alma, entre borrascas furiosas, entre las asechanzas y acometimien= tos de tantos enemigos, sin quietud, sin sosiego , con afanes inexplicables, y todo por únos bienes aparentes y transitorios; y esos mismos cristianos no dan un pa- so, ni quieren incomodarse en nada por la adquisicion de unos bienes interminables y eternos? ¿Cómo unos dexan á sus padres: otros á sus amables mugeres y que- ridos hijos: nos: su patria: aquellos sus parientes, sus amigos, sus niencias y las comodidades de una vi- da tranquila, y viajan 7por las provincias y reynos mas distantes, hasta los extremos de la tierra, por adquirir unas riquezas que hoy existen, y mañana desaparecen; y todos ó la mayor parte de ellos tienen por insopor- - "table una pequeña fatiga, dirigida á conseguir el cielo para miéntras Dios sea Dios? ¡ Ay, amado pueblo mio!- ¿para qué os haré yo esta dolorosa pregunta? Nadie ignora el origen de estos desórdenes. Todos sabeis que “nada nos es mas útil que el pensamiento de la eternidad; “pero en nada se piensa ménos. Ved ahí cl funesto er- ror que tanto perjudica a los mortales, y lo que forma- rá el asunto de mi Sermon. No se piensa en la eter- “nidad: he aquí la desgracia de los ¿ristianos, que de- “mostraré en la primera parte. Nada mas importante para nuestra salvacion que pensar en la eternidad : ved “ahí en qué consiste su felicidad, y el asunto de la segunda parte. No pensamos en la eternidad : por eso 1
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