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pS > ITA, JENE y . ” o DE LAS DISPOSICIONES , XC. 37 que no bien acaban de oir la divina palabra, quando formando corrillos en la Iglesia se ponen á parlar con la misma. desemboltura que si estuvieran en la plaza. ¿Qué juicio deberemos formar de unas personas como estas? ¿Qué deberemos decir de aquellas otras, que al salir dela Iglesia se detienen en, el pórtico, y con- ceden toda licencia á sus sentidos para que:se entre- tengany complazcan en la variedad de objetos pe- ligrosos que se les presenta? ¿Y con qué lágrimas de sangre la mas pura del corazon podremos, llorar. dig- namente el lamentable desorden de aquellas personas que solo se acuerdan de alguna cosa del sermon para censurarla,ó vienen únicamente á la Iglesia para pro- porcionar-la vista y conversacion de su cómplice ¡n= feliz, y concertar ¡la concurrencia á algun determi- nado lugar? ¡Ay! ¿Cómo diremos se acuerdan estos infelices de las reprehensiones de los vicios que escu- cháron, de las alabanzas de las virtudes que oyéron, de los premiosy castigos eternos que se les propu= sieron?¡Qué juicio tan severo espera á estos profa- nadores de la palabra del Señor... .... 10200 ¿No está todo: hecho. con retener .en la memoria la divina palabra: falta lo. mas principal, que con- siste en reducirla á la práctica, en ponerla en exe- cucion. Jesucristo nos dice en su Evangelio, que para ser bienaventurados, es menester Oir y practicar la palabra de Dios (a). Y ciertamente, ¿de qué le servi- ria á un enfermo oir que una medicina era sumamen» te útil para recobrar su salud, si no se resolvia 4 to- maria? Todos estamos enfermos con la fiebre de nues- tros- vicios, nuestras pasiones y apetitos: sino toma- mos las. medicinas que nos. suministra: la palabra de ' Dios, ¿de qué utilidad nos ¡podria servir el escuchar que con ella se curan todas las dolencias de los co- (a) Lucz,' cap. x1. y. 18. 4 ] d. J6E (3)
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