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e — DOCTRINA XXIV. da uno, y llenar dignamente sus obligaciones. No sez ñores. No digo eso. Yo bien sé que se trabaja por el «cielo quando se trabaja porel servicio del Príncipe, por el bien del estado, por la seguridad del Teposo público , por el establecimiento de la familia; siempre que todos estos trabajos sean hechos en gracia de Dios, con la intencion de .agradar á Dios » Y porla ordenacion de Dios; pero si las pasiones dan el pri. mer impulso al trabajo : si las ideas y caprichos del amor propio son las reglas del trabajo; si la tierra y sus bienes son el objeto y fin del trabajo , ¿estará Dios obligado á recompensarlo? ¿No se reputará como - «inútil y como ocioso para el cielo? Sí señores, regu ¿ponde San Agustin : Fnutiliter «in. hoc tempore- vi- vitur , nisi ad comparandum meritum quo in eternum vivatur. 0 sab id 3. Pero no basta que las obras sean hechas en gracia de Dios , y con referencia á Dios ; es menester tambien que la gracia de Dios les dé el impulso , lás dirija y las acompañe : sin ella. no se pueden hacer obras meritorias de vida eterna. No es el cielo , decia el Apóstol San Pablo, del que le quiere, ó del que corre , sino de aquel de quien Dios se compadece y «tiene misericordia. De Dios han de venir los auxi- -lios no solo para obrar, sino tambien para querer, como decia el mismo Apóstol: Et velle , et perfice- re pro bona voluntate. Necesitamos pues absolutamen- - te de la divina gracia para las buenas obras , y todas las buenas obras que no van dirigidas por la divina gracia son inútiles y ociosas para el cielo... 'Supuesta así brevemente esta verdad de fé, pre- gunto á las señoras , ¿es la divina gracia la que las conduce á la tienda del mercader para sacar el cor- te del vestido mas rico, y de la moda mas reciente, aunque se atrase la casa , aunque se desazone el ma- ¿E

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