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XXVH tambien irrefragables testigos de esta verdad. ¡Quántos tí- tulos de comedia por asunto priacipal de los panegíricos ó elogios de los Santos! ¡Quántas ideas caprichosas! ¡Quán- tos equívocos pueriles! ¡Quánta violencia en los sagrados textos, ó en su aplicacion! ¡Qué numeracion de circunstan- cias en los exórdios ! ¡Qué razonamientos! ¡ Qué pruebas! ¡Qué::: Pero no nos hagamos interminables, descubriendo menudamente nuestros desórdenes en esta parte de la elo- -— cqd 7 que mira los panegí ricos ó elogios de los Santos, las festividades de la Vírgen y los misterios del Señor. Convirtamos nuestra atencion á lo catequístico y misionario , que es la parte principal de nuestro intento, Yo no puedo negar que en mi nacion ha habido hom- bres eminentes entodo género de literatura, y que en nues- tros púlpitos se han visto varonesilustres en virtud y ciea- cia, Nuestros Granadas, Lanuzas, Barcias, Diezes, Avilas, Villanuevas, Ildefonsos, Braulios, Isidoros, y otros, serán siempre nuestra gloria, y todos los siglos los mirarán con el justo aprecio que se merecen. Nuestra desgracia ha sido + no imitarlos, no tomarlos por modelo para explicar las ver» A dades dela fé y las costumbres. Nuestra desgracia ha sido / que sin tener su virtud ni sus talentos abrazamos los mis- mos ministerios, y acompañamos la palabra de Dios de va. | o rias maniobras ruidosas,que debilitaban su virtud, y ridi-,/ culizabanal predicador. No han olvidado los oyentes toda- X via el crugir de las cadenas, los faroles para buscar las al- | mas perdidas, los hachones encendidos para hacer como | que se quemaban los brazos, y otros inventos semejantes que manifestaban bien á las claras la pobreza de nuestros :/ | talentos, la miseria de nuestros sermones, la ignorancia de / | nuestros oyentes, su estupidez y rudezá, y que ao solo no hábiamos estudiado el arte de persuadir al entendimiento, ni moverel corazon, pero ni aun siquiera formabamos un | razonamiento seguido sobre el asunto propuesto, sino que | presentabamos al auditorio un caxon de sastre, en queá la «, par deuna máximasublime de la religion se hallaba un chis- P | _ te, y UN Cuento de mera fábula j nto 4 una verdad eterna, El Eminentísimo Señor D. Francisco Antonio Lorenzana, d 2 |
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