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252 - DOCTRINA XIX. la divina vocacion es absolutamente necesaria para pretender legítimamente los empleos, sean los del siglo, 6'sean los de la Iglesia. ¿Pero de dónde podremos inferir la certiduma. bre de esta divina vocacion ¿ De tres principios iQ= dubitables que voy á declararos. Vedlos aquí. Con. sultar á Dios en la oracion, exámiaar sus propias fuerzas, y considerar el fin que se prefixa el que — pretende. bÍ, amados oyentes mios. Es menester re- currir 4 Dios en: la oracion , porque habiendo que- dado todos nosotros tan ciegos é ignorantes por el pecado original, necesitamos de una luz sobrenatu- ral que ilustre nuestras operaciones, especialmente las interiores, que dirija los movimientos de nues- tro corazon, propenso por su naturaleza á la mal- dad , que encamine los actos de nuesira débil y mu= dable voluntad. Y es tal la divina piedad , y tan in= finita su clemencia, que tiene ofrecido escuchar á -los que le invocan, dir á los que le ruegan , y aten- der á los que le suplican. Por eso el Real Profeta Da- vid, pidiendo á Dios le manifestase el camino por donde debia andar para agradarle, exponía al mis- mo tiempo .el derecho que al parecer le asistia para . Conseguir este por y coto haber recurrido él por . -la oracion: Notam- mihi viam in qua ambulem - -quia ad te levavi sli meam (a). Para entablar pues debidamente una pretension es necesario imi:- - tar al Santo Rey Josaphat , que humillándose en la divina presencia decia al Señor de esta manera : Cum ignoremus quid agero debeamus, hoc. solum habemus. residui, ut oculos'nostros dirigamos ad te (b). Señor sy Dios altísimo , yo “voy :á: dar principio á la pre- “tension de tal empleo, de tal dignidad, de tal es- tado de vida, hállome apela: en las masq LCR Ly! Psalm.. 142, Y. 8. (>);1l. Paralip. “CAP. XX. Y. 124 > ll
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