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“DE LA CONFESION GENERAL. | 89 vado én ellas un exámen exácto, un dolor so bre- natural, un firme propósito de la enmienda; Ó por haber. callado los pecados, ó alguno de ellos ver- gonzosa 6 maliciosamente. Digamos algo de cada un de estos quatro gravísimos defectos. - cs - Si la ley santísima de Dios, si los mandamien- tos de la santa madre Iglesia, y las obligaciones del propio estado, reguladas y dirigidas por la rec- ' razon, fueran los principios para formar nues- “tro exámen de la conciencia, pocas personas ha- rian malas sus confesiones : aquellas, por exemplo, que tardan un año ó más en llegarse al sacramen- to de la Penitencia, y entonces con un exámen su- perficial y. somero, que junto 4 su ignorancia las Jleva al sacramento con una vana confianza de que las preguntas del confesor encontrarán los pecados que ellas no han buscado en su alma, decidirán los: asuntos que allí de repente se les acuerden, y -sesolverán las dudas que en la confesion vayan ocurriendo. ¡Qué dolor, amados mios! ¡Qué estupi- dez tan reprehensible! Sin embargo, como estas per- sonas por lo comun JHlevan una vida natural, sin asuntos graves ni enredosos en su conciencia, sus pecados son bastante claros y abultados, y todo confesor que tenga un poco de zelo por la salva- cion de las. almas, adelanta mas con sus pregun- tas oOportunas,“que lo que tales penitehtes descu- «bren en su- conciencia con su mal formado exá4- men. No faltan de estos desgraciados en todos los pueblos, pero á la verdad entre los cristianos re- laxados son los ménos. Mayor es el múmero de los malignos que por reglas de su conciencia toman , no la ley santísima de lonas los venerables decrg- tos de la Iglesia, no las justas y sabias prov cias de los Príncipes, sino los estilos del mundo, las malas costumbres del mundo, lo que ven ha=- TOMO I, E : M me
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