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SOBRE 'LOS ABUSOS, «XC. los vicios? ¿Es posible querais estar encarceladas con las pesadas cadenas de las culpas? En vuestra maño está romper las cadenas, recobrar la salud, y sa- lir del cautiverio: ¿qué haceis en ese estado infelíz viviendo enemigas de Dios , desterradas del cielo, y destinadas para arder eternamente en el abismo? ¿ Por ventura, decidme , esas culpas. que tanto en- -cubrís las sabe Dios? ¿Las conoce y está mirando ahora mismo vuestro Dios? ¿Acaso al demonio se le "ocultan ? ¿Las ignora ? ¿No.os acusará de ellas en el tremendo tribunal del Omnipotente ? ¡Ay! Precisa» mente respondereis que en Dios vivimos, nos move- mos y.somos. Confesareis que en todos los pensamien- tos , todas las palabras y todas las obras estan pa- tentes y manifiestas delante de sus divinos ojos: es- tais persuadidos de que al demonio. no se le ocultan, y de que os ha de acusar de ellas delante del Señor; pues, almas, si de-estas verdades estais firmemente persuadidas, ¿cómo no os confesais? ¿cómo en el mismo sacramento, que da vida, encontrais la muer- te? Porque es tal y tan grande la vergiienza que nos oprime, que. parece no nos dexa arbitrio para bus- car nuestro remedio. No ignoramos que Dios está -€n todas partes por la inmensidad de su sér: que sabe nuestro pecado, y le está mirando con todas sus circunstancias en nuestra alma. Sabemos tam- bien que el demonio es uno de los enemigos de nues- tras almas, y .que ha de ser testigo que deponga con- tra nosotros en el divino tribunal : no callamos nues- tros pecados por esto, sino por la. vergiienza que nos domina al pensar decirlos al confesor. Está bien, ama- dos mios, os he escuchado; oidme vosotros ahora. La vergiienza que procede de-vosotros mismos, ó almas redimidas con la sangre de Jesucristo, no es otra cosa que un mal entendido aprecio que ha: ceis de vuestra estimacion , pensando se aventura Ó AR a
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