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1O sistió. Hubo quien dixo, que la Madre de Dios no habia quedado Virgen. Otro aseguró, que paraqne los pecados quedasen perdonados, no era necesario decirlos al confesor: que bastaba solo presentarse, diciendo, Padre, yo he pecado, deme V. la absolucion: y que el confesor no po- dia negarla. Sugeto hubo tan insolente , que dixo estas formales palabras : er el Pacto social de Ros- ” seau es el mejor evangelio. ” Seria interminable si quisiese referir los es. tragos que hizo en pocos dias aquel maldito li- bro, y Otros tan malos como él. ¿ Y que podiamos hacer los predicadores ? ¡Callar! Si, ¿paraque el contagio se propagase ? ¿Paraque se corrompiese la juventud? ¿Paraque Jesnchristo empezases É ser aborrecido, su Madre SS. blasfemada , los sacramentos burlados y despreciados ? ¡O maldi- o silencio! ¿ Callar? ¿ Y porque? ¿Porquelas gen- tes no se intimidasen? De este modo quando-un Zagal ve que el lobo entra en el aprisco no de- berá clamar 4 los pastores, ni azuzar -los per- rOS , porque las ovejas no se intimiden, ni asusten? ¡Bueno! Conque callar, si, callar paraque el l>- bo las debore. ¡O! ¡OP¡O! A que resultados tan absurdos no conduce el empeño de defender-un disparate. No señor, en tales circunstancias no se de!e callar, se debe predicar con la mayor fortalez., para cortar el contagio en sus principios, antes que se haga imposible la cura. Esto no es reformar pueblos y regiones en un instante, comodice el 2:;= tor de las Reflexiones, es poner el remedio en tiens

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