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. (83) molestos y peligrosos accidentes, que nuestro Venerable Padre Fr. Miguel, como-de .st lo afirma el principe de los Apóstoles S. Pedro, aun estando en la presencia de Dios , no olvida nues- tras necesidades espirituales y corporales, para rogar por su remedio á la Divina Magestad (212). Ni 4 solo el bien corpo- ral se estiende la prodigiosa virtud de este varón admirable; pues atento siempre á la salud de las almas, parece que aun es- tando difunto, pretende reducirlas á mejor acuerdó. Oyéndome esta cierta persona , que sabida la muerte del Venerable Padre, pretendió con desvelo alcanzar alguna reliquia suya; pero ape- nas la logró, cuandoasegúra se sintió: tovadasdeiún fervoroso impulso, que lo llamaba/á mejoriwida. Tan' eficaz: fe eHtéÉau- silio, tan fuertes y: repetidos los golpes que al corazon le da- ban , que no pudo sosegar de noche ni de dia , basta disponerse para hacer una confesion general de toda su vida, Con esto. po- demos enjugar nuestro llanto, pues:ahora vive, donde seguro de su felicidad; solo atiende á nuestra dicha (213)-Por si acaso, por ser los juicios de Dios incomprensibles (214), careciere de ella, pidamos á la divina. piedad, que 4nima ejus , et anime omnium fidelium defunctorum , per misericordiam Dei, requiescant ín pace. «4men. O. S. C. S,R. E. (212) 2. Petr. £. 15. (213) S. Bern. Serm. 2, de Saner; Victore, (244) Ad Rom. 11. 33, :
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