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(62) dad: pero tambien lo es, que por especial privilegio de su li. beral amor con los justos , suele tal vez comunicarles esta gra. cia. Bien lo demuestran las historias de los santos, y lo confir- ma si no me engaño nuestro Venerable en los siguientes casos, que al parecer lo manifiestan. Ocupábase cierta noche con un hermano suyo en varios de- votos egercicios , y asaltado éste de un agudo dolor de pecho (que le molestaba con frecuencia) se contristó sobremanera, por parecerle era no pequeño estorvo para el desempeño de las obligaciones de su estado. Con estas angustias , revolvia en su escrupuloso espíritu varios encontrados pensamientos que mas y mas agravaban su tormento. Disimulaba en lo esterior su pena , por no causarla en los demas, y sufria constante aquel terrible martirio que sobre ponderacion le aquejaba. Mas no por eso se le ocultó á4 su Venerable hermano, quien concluida aquella devota ocupacion lo llamó á parte, y descubriéndole su interior desconsuelo y la causa que lo motivaba , dándole oportuno lenitivo , le mandó se pusiese de rodillas y rezándole un evangelio puesta la mano sobre la cabeza, lo dejó libre de uno y otro achaque del cuerpo, haciendo no sintiese ya aquel dolor tenaz y molesto, del animo con aplicar á su congoja tan prodigiosa medicina. Mas singular es el caso que se sigue. Deseaba cierta perso- na de carácter hablar y comunicar con el Padre Miguel, en ocasion de hallarse en esta villa; pero no atreviéndose 4 visi- tarlo por sí solo, comunicó su deseo á un religioso graduado de distinta profesion. Condújolo éste en su compañiza lacas donde nuestro Venerable difunto residia yóy h o estado largo espacio en familiar "conversacion, notó que todo el tiem po lo pasó en un profundo silencio el compañero, con tales al- teraciones y mutaciones en su semblante, con tan estraño con- tinuo temblor y movimientos en su cuerpo que le daba no poco en que pensar y discutrir. Concluida la visita , y despedidos de aquella:casa, le reconvino el religioso de su estraño proceder, tan opuesto 4 lo que le habia manifestado ; y de que diese á en- tender con sus alteraciones y movimientos , se hallaba disgus- tado en el logro de lo que antes habia él mismo pretendido. Á lo cual para satisfacerle , respondió: No estrañes mi silencio; pues desde que el P. Fr. Miguel dió principio á su razonamiento, fue sal el temor que me ocupó el corazon , que no me dejó facul-

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