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(37) : tual: con el divino auxilio, sino que parece alcanzó al cuerpo este privilégio.: Causaba antecedentemente horror su vista al mas valeroso; y naturalmente las miserias en que pasó los diez y ocho años de su tenebrosa y voluntaria prision, le hacian re- presentar en unaspecto formidable una edad muy abanzada y consumida, Mas apenas logró el beneficio especial de su con- version ;.se reformó de tal modo su naturaleza , que la fealdad antigua pasó áuna apacible beldad, y 4 una varonil edad la temprana :senectud. Asi vive hoy con admiracion de todos, pareciendo que ha «vuelto de nuevo á la edad de la juventud, ó que aquellos diez y ocho años no se contaron entonces, ó se descontaron despues de los del número de su vida. Con estas voces soleis esplicar este portento : pero yo digera, que se habia cumplido á la letra en este feliz hombre , aquella cláusula del Profeta Rey cuando dijo : que al llenarse el alma de los bienes de la gracia sería su juventud renovada como águila misterio- sa (63). No se restriñó 4 solo Benaocaz la abundante copiosa mies, que lograba en. sus misiones este labrador evangélico. En todas partes eran singulares los prodigiosos progresos de su predica- cion apostólica , en que lograba ganar para Dios las conciencias mas perdidas. Una de las clases de pecadores mas dificiles de re- ducir , es la de aquellas mugeres, que roto el velo del natural pudor , y entregadas á una infame prostitucion, compran con el afan de su torpeza, el mísero escaso alimento de su estragada peligrosa vida. Raras son las que nos refiere la sagrada historia, que ocupadas en deleites tan inmundos, hayan conseguido con- vertirse á Dios con todas veras. Por el contrario, son casi sin número , las que al precio de estos gustos han causado en el mundo las mas deplorables ruinas. Sola.una, llamada Rahab, mereció tanta dicha por su fe, dice S. Pablo (64); y por ha- ber recibido y ocultado.en su casa los esploradores del pue- blo de Israel (65). Señales todas evidentes de la dificultad de su remedio, en órden á- separarlas de tan infame modo de vida. No le faltó 4 nuestro Venerable difunto la gloria de un tan hazañoso triunfo. Fueron no pocas de esta clase, las qué mo- vidas de sus fervorosos sermones, rindieron su obstinacion » y (63) Psalm, 102, $. (64) Ad Habr. 11, y, 34. (65) Josue 2. v, £.

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