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42 santa gracia para que así lo cumplas. Con- sidera cómo despues vino una cuadrilla de ministros y verdugos á quebrar las piernas de los tres ajusticiados, y viendo que Jesus estaba ya muerto no tuvieron osadía para ejecutarlo; pero un soldado llamado Longinos, enarbolando una lanza que traia, abrió con ella el dulcísimo, san- tisimo, purísimo y amabilísimo costado de nuestro Redentor Jesus. ¡Ay dulce Dueño mio! Quién tuviera el fuego dle amor en ue arden los serafines para hablar de esta eza como ella merece; solo este sitio quedaba sin herida, y era porque lo re- servábais, Bien mio, para enseñarnos por él ese enamorado Corazon, y darnos en- trada á esas entrañas llenas de misericor- dia y piedad para con los pecadores. ¿Por qué no quisísteis tragar la hiel, y sí el vi- nagre, para consumar la obra de mi salud? ¡Oh! y qué presto se comenzaron á ver estos piadosos efectos en el mismo que nos abrió esa divina puerta, pues de un ciego pecador lo hiciste un fervoroso mar- tir. No sabemos, mi Jesus, que alguno de los que os crucificaron, azotaron y mal- trataron en toda vuestra santísima pasion fuese santo despues; este bien solo se re-

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