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35 pa que cometia me ponia en peligro de condenarme; no digo bien, me ponia en estado que si moria, segun la presente justi- cia quedaba para siempre escluido de vues- tra vista, sin poder veros ni amaros; cuan- do me acuerdo de que no habia de mi alma al infierno mas distancia que el tiempo de una respiracion en que podia morir y que- dar para siempre condenada á sus llamas, y que tirándome á su profundidad el peso de mis culpas, vos, Señor, os empeñásteis en sostenerme y levantarme, no sé cómo no muero de dolor. ¿De dónde me teníais tan fuertemente asido, Jesus, bien mio, que no me dejábais caer en aquellas penas, donde tan justamente debia estar por mis pecados? ¿Tanta fuerza, Señor, tenia aquel hilo de olán, que tal habia quedado en mí la memoria de vuestra santísima Pasion entre tantas maldades y abominaciones? Y vos, bien mio, lo hicísteis tan fuerte por vuestra misericordia, que con él me sos- tuvisteis y levantásteis, hasta conducirme al desengaño y conocimiento, y hacerme abrir los ojos, y lo que es mas, darme ar- repentimiento de mis culpas. No sé qué hacer, mi Dios, mi sé qué daros, glo- ria mia, en agradecimiento de tanto bien.

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