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18 que guardan vuestra casa y celan su ho= nor que no permitiesen la entrada en ella á tan vil criatura? ¿Cómo sufria vuestra Suprema Magestad ser ofendido de mi? ¿Qué motivo teníais, Señor, para tanto sufrir y esperar? ¡Ay, amado de mi alma! ¡Si yo mereciera morir de este dolor! ¡Ay, dulce - Jesus! ¡Vos sabeis, Señor, si os he ofendido! Y sabeis tambien si me pesa, y si quisiera morir de pena para daros satisfaccion de tantas ofensas. ¡Que os ofendia, Señor! ¡Que repetia ofensas contra esa Suprema Magestad! ¡Que empleaba en ofenderos los talentos y proporciones que me dábais para serviros! ¡Ay mi Jesus! ¿Cómo, alma - de mi alma, cómo sufríais en vuestra pre= sencia, y lo que es mas llegar á recibiros, á quien así os trataba? ¿Por qué, Señor, os hacíais sordo á las voces de los Angeles, de las criaturas, y de todo lo que tiene sér, e todo clamaba contra mí, pidiendo jus- ticia para tantos delitos, y os decian: le- vántate, Señor, y juzga tu causa? ¿Cómo sufrís que una tan vil hormiga os ofenda tanto? Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo se gloriará este abismo de pecados en su maldad? ¿No oíais, mi bien, estas voces? ¿No veíais, Señor, mis culpas? ¿Pues cómo, Amor »

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