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17 4 la furia de los mas viles hombres de la plebe, aquel Señor que adoran los espíri- tus celestiales y sirven los Angeles: el Príncipe jurado de la Gloria está aquí des- preciado y abofeteado de los hombres mas roseros y mas sin crianza de toda la ciudad. Considera que aún mas que todo esto sen- tia el Señor verse negado de su mas aman- te Discípulo, aquel á quien habia escojido para cabeza de su Iglesia, aquel que le ha- bia ofrecido morir por defenderle; este mismo le niega, afirma y asegura que no le conoce ni sabe quién es. ¡Cómo tras- pasaria aquel sagrado Corazon esta ingra- titud y cobardía! ¡Ay Jesus mio! ¿Y qué otra cosa he hecho yo sino negaros á ca- da paso con mis gravísimas culpas? ¿Qué otra cosa hacia siempre que me presenta- ba al mundo, haciendo pública profesion de seguir sus máximas y sus leyes, sino negar tambien públicamente que ' vos érais mi Maestro y mi Señor? ¿Qué otra co- sa hacia cuando entraba en vuestros tem-= plos con un espíritu de disipacion y de va- nidad, sino publicar que no era el fin que llevaba á ellos el adoraros y daros culto y reverencia? ¿Cómo, vida de mi alma, có- mo, Señor, no mandábais á los Angeles 3

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