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DEL EVANGELIO. 79 versal por el cual todo escritor, ni es, ni puede ser absolutamente imparcial. Reflexionad ahora, cristianos mios, que los evangelistas viajaron por el universo para dar á conocer á los pueblos á Jesu- cristo, se espusieron á mil peligros por Jesucristo, padecieron cárceles, tormentos , y la muerte misma por Jesucristo , escribie- ron su historia por la gloria de Jesucristo, para que las naciones observasen su doctrina , para que le reconociesen y adorasen por Dios y Hombre verdadero. Ellos, en fin, amaban á Jesucristo como a su Maestro , como á su Salvador y á su Dios. Estas tres palabras lo dicen todo. Representaos ahora que os poneis en su lugar para escribir la historia de Jesucristo , que le veis como ellos le vieron, que le conoceis como ellos le conocieron, y le amais como ellos le amaron , y que vuestro designio es imprimir en vuestros lectores y en todo el universo los mismos sentimientos que vosotros teneis de aquel humanado Dios. Podríais escribir vuestra historia sin lle- narla de espresiones apasionadas, y sin dejar ver en cada página señales de vuestro interés, de vuestro celo, de vuestra admira-= cion, de vuestro amor por Jesucristo, objeto tan digno de todos estos afectos? Podríais escribirla sin indignacion contra los que le prendian , escupian , azotaban y crucilicaban? Podríais escribirla sin horror contra la traicion de Judas, contra la ingratitud y crueldad de Malco , contra la hipocresia y envidia de los sacerdo- tes, contra la debilidad de Pilatos, y la ferocidad de los verdugos? En suma , podríais escribir la historia de tan venerable persona sin elogios de su invencible paciencia, de su profundisima humil- dad, de su sabiduría divina, de su mansedumbre inalterable , de su caridad sin límites, y de su santidad sin semejante ? La escribi- ríais sin mostrar en los rasgos de vuestra pluma la indignación de que estaba lleno vuestro corazon contra los que: maltrataban al hombre mas bueno, mas cabal , mas justo que vieron jamás los siglos? Aparezcan aquí todos los incrédulos instruidos, y digannos si quieren hablar de buena fé , si esto es posible al corazon huma- no sin direccion inmediata del poder divino. Los siglos jamás lo vieron : los tiempos no lo encuentran , ni esperan verlo las gene- raciones venideras. Ved ahí lo mas estraordinario que encuentro en el Evangelio: ni los milagros me asombran tanto como aquel aire de indiferencia é imparcialidad con que los evangelistas, hombres los mas apa- sionados y amantes de Jestwcristo, hablan de él, de sus enemigos, de sus jueces , de sus discípulos , de sus amigos, y de ellos: mis-

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