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PP... 76 SOBRE LA AUTENTICIDAD, VERDAD Y DIVINIDAD lugar, ni en un mismo tiempo, ni en una misma lengua, ni con un estilo mismo. Cualquiera que lea con reflexion los cuatro Evange- lios, hallará que siendo cuatro los escritores de la vida, de las pa— labras y las obras de Jesucristo , todos la escriben de diferente ma- nera : todos cuatro son originales en su clase y todos trabajaron la obra con independencia el uno del otro. No colocan todos los mis- mos hechos con el mismo órden, ni los dicen con los mismos tér- minos, ni esplican las mismas circunstancias , y sin embargo, jamás se contradicen. El estilo de cada uno tiene una sencillez admirable, y ninguno se parece al otro. Si ellos hubieran estado de acuerdo, era imposible hallar tanta diferencia entre ellos; y sino hubieran sido inspirados por el espíritu de verdad, era imposible que pro- cedieran tan conformes. Reflexionad que los evangelistas escribie- ron unos hechos tan maravillosos y estupendos que jamás el mundo los habia visto semejantes , ni los volverá á ver jamás; y siendo la conducta de todo escritor de sucesos estraordinarios , preparar ma- ñosamente á sus lectores para que reciban lo que les va á referir en el género maravilloso , ofrecer pruebas , buscar ejemplos, citar autores, reflexionar oportunamente ó dudar con destreza y artifi- cio para lograr la creencia de lo que refieren: ellos, por el con- trario, entran como de un golpe en su historia, sin tomar ninguna de estas precauciones, que descubren siempre la desconfianza que todos los autores tienen de suasunto , de sus lectores y de sí mis- mos: ellos empiezan su relacion como unas personas á quienes no seles ocurre siquiera que pueda ninguno oponerse á lo que espo- nen. En el Evangelio todos son hechos: no se hallará una palabra que se haya escrito para llamar la atencion y sorprender el enten” dimiento : ninguna palabra para lisongear el oido: ninguna para mover las pasiones. Los evangelistas jamás prueban , jamás sacan consecuencias , jamás hacen reflexiones, jamás adelantan congetu- turas, ni jamás dicen ni hacen ver lo que ellos piensan de los suce- sos que refieren, ni de las personas de que hablan. Jamás ad- miran , jamás aprueban, jamás tachan , jamás juzgan las. per- sonas, nisus interiores, ni susacciones. No se encuentran en el Evangelio estas espresiones tan comunes y frecuentes en los otros libros : así se dice , así se cree comunmente , así congeturan los hombres, así parece..... Nada de esto leemos en los evange- listas. Jamás se les vé admirados, ni indignados , ni movidos de compasion, ni llevados de alguno de aquellos afectos que infalible- mente muestra el historiador en los sucesos que cuenta , y sin em-
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