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DEL EVANGELIO. 13 Y quiénes los refieren, los predican y los sostienen? Qué inte- rés les resulta de publicarlos? Los predican y los escriben unos hombres humildes, modestos , sencillos, desinteresados, virtuosos: unos hombres que hablan y escriben con un candor admirable de su propia grosería, de su ignorancia , de sus debilidades y de sus pasados crímenes : unos hombres que perpetuan en el mundo á la par de las maravillas de Dios-Hombre , la negacion de Pedro, la traicion y muerte desgraciada de Judas, la incredulidad de Tomás, las pretensiones ambiciosas de Juan y Santiago, y el vergonzoso abandono de su Maestro en la noche de su pasion por todos sus dis- cípulos. Es este el carácter de los impostores? Y qué interés les resultaba de sus fingimientos? La fama, el renombre, el descan- so, las comodidades, las riquezas? Nada de eso: todo lo contra— rio. No tenian otro interés que el de anunciar la verdad de la doc- trina y los hechos que habian vido y visto. No tenian otro interés que dar á conocer á Jesucristo como Dios y hombre verdadero. No tenian otro interés que la salvacion de todos los hombres por la creencia y observancia de las leyes del Evangelio, que les promul- gaban. Su interés era sostener esta verdad en los destierros-, en las cárceles, en los tormentos y en la misma muerte. Oh, válga- me Dios! Y por qué los incrédulos de nuestros dias no imitaráná uno de los mayores sábios, cuando en el siglo pasado esclamaba: yo creo, sí, yo creo á los testigos que se dejan degollar por soste= ner la verdad de sus declaraciones ? Yo comprendo que ha habido en el mundo hombres -que' han sacrificado su deber 4 su reposo: el testimonio de su conciencia á la aprobacion de los hombres: su salvacion á su vida, y sus inte= reses eternos á los temporales. Se ha visto á varios correr al supli- cio por una opinion que habian adoptado, sea en materia de reli- gion, sea en materia de filosofia, de política ó de gobierno: ellos la creian cierta y morian persuadidos de la recompensa que recibi- rian de Dios en el cielo; ó del renombre y fama de su heroicidad que conservarian entre los hombres en la tierra. Pero que un hom- bre muera por atestiguar un hecho que él mismo conoce ser falso, y en el cual no tiene interés alguno, siendo falso; esto no se ha visto. Sí, amados cristianos mios. Jamás se ha visto que los hom- bres sacrifiquen á un mismo tiempo su tranquilidad temporal y-su espiritual obligacion: la aprobacion de los hombres y el testimonio de su conciencia: su vida y su salvacion, todos los intereses tem- porales y todos los bienes eternos. Esto, lo vuelvo á repetir terce-
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