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DE LA INCREDULIDAD. 65 por su gran siervo Moisés, le manda salir de su córte con todo su pueblo , sus mujeres, sus hijos y sus ganados. Seiscientos mil hom- bres de á pié capaces de llevar armas, sin contar las mujeres y los niños salieron con Moisés, Aaron y los demas ancianos de Israel en aquella misma noche , sin que antes hubiesen esperimentado el menor daño de ninguna de las diez plagas que habian aflijido á Egipto. Qui ergo dicemus ad hec? Qué podremos decir á estas cosas? A la verdad cristianos mios, Moisés ha desempeñado perfectamen- te su divina comision. El ha dicho que Dios le enviaba á sacar de Egipto el pueblo israelítico: él ha dicho que Diosle habia revelado la obstinacion de Faraon, y que no conseguiria humillarle sino á fuerza de prodigios y milagros estupendos: él ha dicho que Dios le habia revestido de su poder para obrarlos en el cielo y en la tierra. El lo ha dicho y todo lo ha hecho. Los testigos de vista que presenta son irrefragables. Millones de hombres , mujeres y niños; israelitas y egipcios, todos lo atestiguan y confiesan, Qui ergo dice- mus ad hc? Diremos todavía con los incrédulos, que Moisés era un impostor ? Gran Dios ! Un impostor, y enviado de Dios , justo, santo y sapientísimo? Un impostor, que anuncia lo venidero, y se cumple ? Un impostor, que en nombre de Dios y con la fuerza de su omnipotencia obra milagros? Un impostor autorizado por Dios? Es Dios autor de las imposturas ? Autoriza Dios los engaños y los fraudes de los hombres ? Las grandes obras de Moisés no lle= van un carácter visible de verdad y de fuerza, que demuestran hasta la misma evidencia que el dedo de Dios le dirijia., le acompa- ñaba y le sostenia ? Si los incrédulos insisten en afirmar que Moi- sés era impostor, es menester que digan lo mismo de Dios : de aquel Sér perfectísimo en cuyo nombre hablaba , y con cuyo poder obraba. Lo dicen todavía? No queda mas recurso que sumergirlos en el mar Rojo con Faraon y su ejército , sus caballos, sus carros y sus tiendas, despues que Moisés le dividió para que pasase á pié enjuto por medio de sus aguas todo su inmenso pueblo. Es tambien Moisés un impostor en este milagro estupendo , al que jamás ha- bian visto los siglos otro semejante? Hay fuerzas en el hombre para dividir los mares y unirlos á su voluntad? Sin la omnipoten- cia de Dios, á que todo está sujeto, puede obrarse este prodigio? Es acaso falso el tránsito de los israelitas por el mar Rojo, y la su- mersion en él de los egipcios? De tantos rebeldes é ingralos como esperimentó Moisés entre los suyos, hubo alguno que negase su y
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