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CONTRA LA SOBERBIA. 501 las maldiciones, las palabras altivas, torpes é injuriosas : con: la humildad en el corazon, aborreciendo la vanagloria, la jactancia, la presunción , y la vana complacencia de si mismo: con la humil- dad, finalmente, en los vestidos , desterrando toda gala escesiva, y que por el córte, por el aire, por la indecencia pueda ser causa de escándalo y ruina espiritual á los prójimos? Quién no se abrazará con la santa humildad, que confunde los demonios, convierte los pecadores, sostiene los justos, alegra los ángeles, glorifica á Dios y llena las sillas que dejaron vacías en el cielo los ángeles apósta- tas y soberbios? Quién no se abrazará con la humildad, fundamen- to de la vida espiritual, hermosura de la castidad, adorno de la sabiduría , decoro de la prudencia, balanza de la justicia, orna= mento de todas las virtudes, y principio de toda santidad ? Quién no se abrazará con la humildad, y á la manera del Publicano , se postrará delante de Dios , se avergonzará delante de Dios, y sin atreverse á levantar los ojos bañados en lágrimas, esperará el per- don de los pecados ? Mirad á este humilde Publicano, y á aquel Fariseo soberbio, como entran en el templo santo para orar. El Fariseo lleno de presunción, y pagado de sí mismo, se alaba de sus bienes y buenas obras , se jacta de sus ayunos y observaciones legales ; y dice de esta manera: gracias te doy, Señor, porque no soy como los demas hombres injustos, adúlteros, robadores, como aquel Publicano que está allí: yo ayuno dos veces cada se- mana, y pago fielmente el diezmo de todo cuanto poseo: Fhari- seus slans , hac apud se arabat. (1) Esta era la oracion de aquel soberbio Fariseo. Por el contrario , el pobre Publicano , conocién- dose pecador, y humillándose delante de Dios, retirado á un rin- con del templo, sin atreverse á levantar los ojos, hería su pecho, y decia de esta suerte: Deus , propitius esto mihi pecatori: (2) Dios y Señor omnipotente, tened piedad , y usad de misericordia con este pobre pecador: Dios omnipotente y santo: tened misericordia de mí, y perdonad mis pecados. Entra luego la sentencia de Dios, y dice: en verdad que este humilde Publicano volvió justificadoá su casa; porque escrito está: el que se ensoberbece será humillado, y el que humilla será ensalzado. Para cuándo, oyentes mios muy amados, para cuándo aguardamos á arrojarnos á los piés de Jesu- cristo crucificado? Para cuándo dejamos el imitar al Publicano pe- (1) $S. Luc. ec. XVHI, v. JT. (2) Ibid. v. 13.
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