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CONTRA La SIBERBIA. 493 hacen lo que les mandais, castigadlos; pero por qué volveros con- tra Dios que es vuestro Padre, que os ha criado? contra Dios que es vuestro Redentor, que os ha redimido á costa de su sangre y su vida? contra Dios que es vuestro conservador, que os mantiene y alimenta con su adorable providencia? Qué ingratitud tan mons- truosa! Qué sacrilego atrevimiento tan digno del infierno ! Pero ay, que vuestra soberbia no solo os revuelve contra Dios, sino que os hace tambien injuriar á vuestro prójimo. Si yo tuviera la elocuencia de San Crisóstomo; el celo de un Elias, y la santidad del Bautista, ahora se presentaba la ocasion oportuna de emplearlo todo con utilidad, porque un globo inmen- so de males contra el prójimo se presentan á mi espíritu, procedi- dos todos de la soberbia. Ella es la madre de tantas deman= das injustas como se entablan en los tribunales, de tantas quere llas ridículas, de tantos pleitos ruidosos, á los cuales un poco de paciencia y humildad hubiera ahogado sus principios , pero agita= dos vosotros de la soberbia causásteis tantos escándalos, promo- visteis tantas injusticias, arruinásteis tantas casas y precipitásteis en el infierno tantas almas. Por la soberbia no solo se principian inconsideradamente los pleitos, sino que se sostienen «con lterqueW dad, á precio de las conciencias y haciendas. Nada mas frecuente que esle idioma impío en los pleiteantes: «aunque me quedára en »la calle: aunque fueran mis hijos á pedir una limosna: aunque » vendiera todos mis bienes, ha de saber el infame con quién se ha »metido : no he de parar hasta arruinarle, ó ponerle en un presiz » dio,» por la soberbia no quieren admitir los pleiteantes un ajuste amistoso , un corte prudente, una composicion amigable : quieren vivir mas en una agitada y continua molestia, en un abandono de su casa, su mujer y sus hijos, hasta que en los tribunales consu- men sus haciendas, su salud y su vida , y ellos despechados des- cienden al abismo. Por este turbulento pecado se abrasan las familias en ódios y enemistades, que perpetuándose de padres á hijos , se eternizan en las casas por no humillarse un poco alzuno de ellos, por'no ir el primero á pedir perdon, si ha habido algun agravio, por no en- trar en casa del otro antes que él venga á la casa de su pariente 6 vecino. Por la soberbia hierven las murmuraciones en los pueblos, desacreditándose mútuamente unos á otros, sin respeto á las jus- ticias, al venerable clero,.ni-á las órdenes religiosas, se murmura rabiosamente de la casada, de la viuda, de la doncella: se muer-
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