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' h j dl , h 492 COATRA LA SIBERBIA. nos vilisimos de la tierra, sabeis que insultais al poderosisimo, santísimo y terribilisimo Dios de los ejércitos, que con una sola mirada puede arrojaros al infierno, trastornar toda la tierra, y derribar esos cielos? Sabeis que levantais vuestro brazo contra aquel gran Dios, en cuya presencia tiemblan los ángeles, se estremecen los santos, y no cesan de tributarle alabanzas, cantando incesan- temente Santo, Santo, Santo Dios y Señor de los ejércitos , llenos están los cielos y la tierra de la Majestad de vuestra gloria? Direis que jamás juraríais ni blasfemaríais, si vuestra mujer no os contradijera, y vuestros hijos os obedeciesen, pero que, como la mujer se opone á vuestra voluntad , y vuestros hijos no hacen lo que mandais, perdeis la paciencia, os llenais de cólera, y prorum- pís en juramentos. Bella escusa, señores, ciertamente: quereis justificaros de un pecado, y cometeis dos á lo menos , el uno por ensoberbeceros, el otro por blasfemar, y digo con advertencia, que á lo menos dos, porque verdaderamente cometeis otros mu- chísimos de escándalo jurando y blasfemando en presencia de vuestros hijos, de vuestra mujer, de vuestros criados, y aun de vuestros vecinos. Decidme , cuando vuestra cólera fuera justa, que no es, por qué no os volveis contra quién tiene la culpa, y no centra Dios que en nada tiene parte? Vosotros tocareis con la ma- no vuestra injusticia , si me escuchais con atencion. Suponed que estando vosotros trabajando en casa ó en el campo por el bienes” tarde vuestros hijos, sale uno de ellos fuera, y riñendo con un compañero se encolériza y ensoberbece, y volviendo á casa os da una grande bofetada. Vosotros entonces le decís lo que Jesucristo al que le habia herido: Cur me cedis? Hijo mio, por qué me mal- tratas? Por qué me abofeteas ? Cuando yo fuera para tí un hom- bre desconocido, haríais muy mal en injuriarme sin causa; pero siendo tu padre que te dí el sér despues de Dios , siendo tu padre que te alimento , visto y favorezco, y que ahora mismo me halla- ba procurando tu felicidad, qué injuria tan atroz? qué ingratitud tanfenorme es maltratarme? Cur me cedis? Qué decís á esto, ama- dos mios? No es una verdad evidentísima? Y serviria al hijo de legítima escusa el decir, que le habian irritado? De ninguna suer- Ve. Habeis hecho mal en irritaros, le responderíais vosotros , y ha- beis hecho mucho mas mal en volver á irritaros contra vuestro pa- dre, que os ha hecho y está haciendo tanto bien. Pues valga la ra- 10, hombres coléricos: valga la verdad, mujeres iracundas : sl vuestros criados no obed ecen, despedidlos: si vuestros hijos no
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