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38 SOBRE LA DIVINIDAD tudes. El hombre dichoso no se abandona á una insolente ingrati- lud : él respeta la mano que le dispensa su felicidad , y que puede despojarle de ella : el hombre desgraciado no se entrega á una es- candalosa desesperacion : si está culpado , se humilla , conociendo que Dios misericordiosamente le castiga para sacarle de sus estra- víos : si está inocente , él sabe que Dios le prueba para purificarle y multiplicar sus merecimientos. La religion habla, y á su yoz la divinidad aparece siempre justa, y la razon queda ilustrada y sa- tisfecha. Qué verdaderos , qué irrefragables son estos dogmas au- gustos ! Qué conformes los descubro con las ideas que yo formo de los y de mí mismo +Pero ay ! si no habla la religion, todo me es desconocido. Dos métodos se conocen para llegar á la certidumbre: el uno nos lleva de una verdad evidentemente conocida á conse- cuencias que con la misma evidencia se demuestran; nuestros dog- mas incomprehensibles no son de esta clase: el otro , nos conduce desde una verdad desconocida á una verdad evidente y confesada de todos. Este segundo método ilustra mucho la respetable oscuri= dad de nuestros santos dogmas, que á primera vista parecen in- accesibles á nuestra penetracion. Espliquémonos con varios ejem- plos para hacer perceptible esta verdad. Es cierto que hay un pe- cado original? Ved ahí una verdad oscura en sí misma; pero ella se demuestra segura y cierta por la conexion con el principio co- nocido de la bondad , de la omnipotencia y de la santidad de Dios. Mi alma se acerca al santuario de la Divinidad , y descubre un Dios esencialmente bueño, esencialmente enemigo de todo delito , esen= cialmente amante de la virtud , esencialmente sábio y todopodero- so: no es posible comprender que nos haya formado con un: espí= ritu tan ciego, con un corazon tan corrompido, con un cuerpó sujeto á tantas miserias, y con una naturaleza tan viciada en su sustancia. Sin duda no salimos tan miserables de la mano del Cria- dor: nuestra naturaleza se degradó y se pervirtió despues : algo hicimos que mereció este castigo que todos esperimentamos. Ved ahí'el pecado original. Ved ahí una verdad , antes ignorada y aho: ra conocida. Hagamos otras preguntas. Hay otra vida despues de la presen- te? Esta es otra verdad oscura en sí misma, pero $e demuestra clara y cierta por la'tonexion que tiene con el principio conocido de la sabiduría y la justicia de Dios. Coloquémonos con el pénsa= miento en la inmóvil eternidad : qué descubrimos? Una perpétua inconstancia en la escena del mundo y de los tiempos. Vemos como
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